Más de un tercio de los casos de cáncer en el mundo –casi cuatro millones cada año– se pueden prevenir si actuamos, a diario, conforme a lo que ya sabemos. Simples cambios en el modo de vida pueden efectuarse para reducir los riesgos de cáncer.
El uso de tabaco, la nutrición y el ejercicio, la precaución con la exposición al sol, son elementos que influencian el riesgo de cáncer.
También se puede vacunar a los niños y jóvenes contra virus corrientes que causan cánceres específicos (hígado y cuello uterino).
Costumbres sanas, arraigadas tempranamente en la vida, tienen un impacto significativo en los años siguientes. El comportamiento se forma ya antes de la adolescencia.
El entorno en el que el niño crece en casa, en la escuela y en la comunidad influye fuertemente sobre su comportamiento respecto al uso del tabaco y la exposición al humo, la dieta y la actividad física, o la precaución en la exposición al sol. Las decisiones políticas sobre la vacunación, en los primeros años de edad, determina hasta que punto los niños y jóvenes estarán protegidos contra el cáncer del hígado o del cuello uterino.
Los padres de familia desempeñan un papel clave inculcando costumbres sanas a sus niños. Debemos ayudar a los padres a entender los beneficios, a largo plazo, que trae un estilo de vida sano y hacerlos partícipes de las actividades de prevención del cáncer que deben empezar en los primeros años de vida.
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